domingo, 28 de abril de 2013

El recodo del Danubio - (martes, 16 de abril de 2013)

Toca madrugar y a las 06.15 el personal del apartamento de Nádor utca se activa porque a las 07.00 hemos de reunirnos en la boca de metro de Deák Ferenc Ter con el resto del grupo. Desde aquí tomamos la línea azul de metro en dirección Újpest-Központ para llegar a la estación de Árpád híd. Lo único que hay que hacer es seguir los carteles con el pictograma naranja del autobús y las indicaciones de Autóbuszállomás y unas escaleras de hormigón nos conducen desde el subsuelo a la superficie desembocando en una dársena al aire libre, justo enfrente se aprecia un edificio bajo en el que se pueden comprar los billetes.


En la estación opera la compañía de autobuses Volanbusz y atendiendo a los horarios compramos en ventanilla billetes desde Budapest hasta Esztergom en la línea 800. Es necesario prestar atención a la línea de autobuses que hacen este recorrido porque hay otra, la 880, que alcanza nuestro destino pero en sentido contrario, con un recorrido mucho más largo a lo largo de la orilla del Danubio y no de forma directa, que es lo que nos interesa. El precio del billete individual asciende a 930 HUF (3,20 euros).


Desde el andén 6 parte nuestro autobús de forma puntual a las 07.40. Se trata de un vehículo articulado en el que no conseguimos identificar a ningún turista; los viajeros son todos autóctonos, se trata de gente que se dirige a su puesto de trabajo o jóvenes estudiantes portando sus mochilas. Este último extremo lo confirmamos a llegar a la localidad de Piliscsaba dónde un edificio con cúpulas inclinadas llama nuestra atención; se trata de la Universidad Católica Pázmány Péter (Pázmány Péter Katolikus Egyetem). A las 08.55 el autobús finaliza su recorrido en la desangelada parada de Autóbuszállomás Esztergom (Estación de autobuses de Esztergom) que se sitúa al sur de la localidad. 

El paseo desde la estación de autobuses hasta el centro de la localidad se ve salpicado por la presencia de un mercadillo callejero en el que puestos fijos conformados por casetas de madera se intercalan con otros tenderetes temporales. Aún curioseando entre los artículos que ofrecen los puestos después de 5 minutos nos plantamos en Rákóczi ter, punto neurálgico de la localidad de Esztergom y un mapa de situación nos permite orientar nuestros pasos hacia lo alto de la colina en busca de la basílica.


Esztergom es una ciudad a orillas del Danubio conocida sobre todo porque en ella se emplaza la Basílica Primada de la Santísima Virgen María, asumida en el cielo y San Adalberto (Basílica de Esztergom) y también por su larga tradición cristiana ya que en ella residía el arzobispo de Esztergom, el de más alta jerarquía en la iglesia húngara. Desde Rákóczi ter comenzamos a caminar por la carretera 11 que a su paso por la localidad se convierte en Bajcsy-Zsilinszky utca y al girar a la izquierda la imagen de la Basílica, hasta ahora oculta, se dibuja en lo alto de la colina. Cuando la calle vuelve a girar a la derecha y su inclinación se hace más fuerte observamos un parque con escalinatas de madera que parece ser el camino más corto hacia el templo, así que lo tomamos.


Después de una subida lenta y tranquila en la que se gana altura rápidamente atravesamos una especie de museo al aire libre que da a uno de los laterales de la Basílica y desde aquí al mirador de su parte posterior que ofrece vistas sobre el Danubio, el puente Mária Valéria (Mária Valéria híd) y la ciudad eslovaca de Štúrovo en la otra orilla. Guiados por los carteles indicadores accedemos a una dependencia del lateral de la Basílica en la que se pueden comprar los tickets de acceso. Para poder utilizar los aseos de este lugar una implacable señora nos solicita que le mostremos las entradas de la Basílica así que hasta que no las adquirimos no podemos pisar los baños.





El acceso al interior del templo es gratuito pero para acceder al tesoro, la cripta o la cúpula hay que pagar diferentes cantidades (que se pueden comprobar en su página web); nos interesa ver la panorámica de la región desde la cúpula, que se alcanza después de subir 400 escalones según nos informan, y cuya entrada cuesta 600 HUF (poco más de 2 euros).


El frío existente en el interior de la iglesia no resta un ápice de grandiosidad a la cúpula de la construcción que hace que nuestras cabezas se inclinen hacia atrás en busca de un ángulo imposible. El ascenso hacia la cúpula se hace en dos fases. Una primera por una escalera amplia que deja a mitad de camino la sala del tesoro y que culmina en una estancia intermedia con maquetas del templo y una enorme cristalera que permite vistas sobre el Danubio y la vecina Eslovaquia. La segunda fase se subdivide en dos, con escalera de caracol más amplia al principio y luego un último tramo de las mismas características pero muchísimo más estrecho.







Antes de salir al exterior de la cúpula se ve su interior de madera y los efectos de eco que rebota al recibir las voces de los visitantes. El perímetro exterior es visitable por completo y depara vistas magníficas de 360º, en un día claro como es el de hoy. Sobresalen a los pies de la Basílica como si de dos agujas se tratara las dos torres de la Iglesia parroquial de la Ciudad de Agua. Desde esta posición somos testigos de la llegada de varios autobuses cargados de hordas de turistas y que en breve deambularán por todo el templo, es hora de iniciar una bajada que paradójicamente me parece más larga que la subida.





Frente a la fachada principal, la que es opuesta al Danubio, aprovechamos para tomar un pequeño tentempié mientras nos reagrupamos. Desde este punto se confirma lo que se iba haciendo realidad a medida que ascendíamos la colina sobre la que se posiciona la basílica y es su tamaño desorbitado, que la convierten en la iglesia más grande de Hungría; un buen indicador de ello es lo minúsculo que cualquiera de nosotros parece al pie de las gigantescas columnas que forman el pórtico de entrada al templo. Impresionantes.



Deshacer el camino es fácil, todo cuesta abajo y a pesar de ello la temperatura empieza a subir por lo que nos detenemos en un bar a tomar una cerveza. Es uno de esos sitios locales, que ni siquiera disponen de web, pero es lo que buscamos, un lugar tranquilo donde poder descansar un rato. El nombre del local es Zaki Zug (Bajcsy-Zsilinszky utca, 31) y sirven cerveza Soproni de tirador (280 HUF-1/2 litro, al cambio menos de 1 euro); con ella completamos una primera cata de la trilogía de marcas de cerveza húngaras más conocidas (Dreher-Borsodi-Soproni). No es plan de beber tan temprano con el estómago vacío así que picoteamos con un par de bolsas de patatas compradas en el propio local y más tarde el camarero nos obsequia con un par de cuencos de palomitas recién hechas en una máquina al alcance de nuestra vista.


Después de esta parada toca volver a la conocida Rákóczi ter, para tener este punto como inicio de un agradable paseo por la peatonal Plaza Széchenyi (Széchenyi tér) enmarcada por edificios históricos entre los que se incluye un monumento a la Guerra de la Independencia de 1711. Esta plaza es antesala del barrio conocido como Vizívaros (La ciudad del Agua) y que recibió este nombre después de ser construida entre las orillas del Kis Duna (Pequeño Danubio) y del Nagy Duna (Gran Danubio). Caminamos entre las tranquilas casas cuyas fachadas se proyectan sobre la manga del Pequeño Danubio antes de iniciar el camino de regreso hacia Rákóczi ter, punto en el que tomaremos el bus que nos conducirá al siguiente destino.







Con ayuda de la dependienta de una tienda cercana comprobamos que el próximo bus hacia Visegrád (línea 880) no pasa hasta las 12.43, por lo que nos quedan más de 20 minutos de espera; el Zaki Zug está apenas a 100 metros así que por qué no tomarse otra cerveza mientras llega el autobús. Con puntualidad exacta aparece el vehículo en el que se sube gran cantidad de gente local; compramos el billete al abordarlo (465 HUF-1,60 euros). En un trayecto de 45 minutos el trazado de la ruta se aleja y se separa alternativamente de la orilla este del Danubio y en algunos puntos permite visualizar la inmensidad de la anchura que alcanza su cauce en esta zona, próxima al recodo donde el río gira en dirección Sur hacia Budapest.



Con el listado de paradas del recorrido de la línea de autobuses 880 en nuestro poder sabemos que la que más nos interesa es la de Visegrád-Nagymarosi rev (puerto-embarcadero), que es la más próxima al centro histórico del pueblo. Esta localidad es muy pequeña y tiene una calle principal fácilmente reconocible por la torre de su iglesia; justo enfrente de su fachada se localiza el pequeño restaurante Piknik Falatozó Címünk (Rev utca, 2) que es el que elegimos para comer. Se trata de un local que ni siquiera tiene carta en inglés por lo que una chica que come con su pareja y su hijo en la terraza ha de hacernos de intérprete. El calor aprieta de tal forma a estas horas que pedimos que desplieguen el toldo para protegernos del sol.




La opción más repetida es la del menú del día que consiste en una sopa de verdura como entrante y un escalope acompañado de patatas fritas y ensalada de col como guarnición. La cerveza de tirador que aquí dispensan es la Tuborg (de origen danés) y para acompañar a los cafés pedimos algo de dulce: cuatro crepes variados (palacsinta) a compartir (chocolate, semilla de amapola, canela, queso cottage). Se nota que la señora que rige el restaurante no está acostumbrada en temporada baja a tal aluvión de comensales en una mesa por lo que otra mujer ha de acudir en su ayuda, y además habla algo de inglés así que le pido información del punto del partida del camino señalizado que pretendemos seguir a pie para llegar a la Ciudadela. Después de pagar la cuenta (17.240 HUF en total por 10 personas, al cambio menos de 6 euros por cabeza) retomamos la marcha bajo un calor que no cesa.


A la izquierda de la calle justo frente al punto que nos acaba de dar como referencia la señora del restaurante (una casa blanca a la derecha) parte el que traducido al castellano recibe el nombre de Camino del Calvario (Kálvária); un cartel sobre una pared así nos lo indica al igual que las marcas azules y blancas (raya horizontal blanca-raya horizontal azul-raya horizontal blanca) que habremos de seguir en dirección a la Ciudadela (Fellegvár). Nada más introducirnos en la senda marcada comprendemos el motivo del nombre que recibe. En primer lugar por las rampas de descomunal dureza que se suceden y en segundo lugar por hitos de piedra que jalonan el duro ascenso haciendo referencia a las 14 estaciones del Vía Crucis.



 

Finalizado el Camino del Calvario se llega a un pequeño descanso en el que aparece una bifurcación; aquí seguimos las indicaciones de la que parte hacia la derecha, atendiendo a los carteles que señalan la dirección hacia Fellegvár (el ramal de la izquierda se dirige hacia la Capilla del Calvario-Kálvária Kapolná). Sobre la colina se divisa la construcción de piedra pero todavía nos queda un rato de ascenso por una vereda que se estrecha por momentos y en la que en algunos puntos se embarra con el agua que emana del terreno.



Este camino muere en un parking para coches y autobuses donde también hay algunas tiendas de souvenirs y desde aquí solo nos queda subir un tramo de escaleras que muere en una torre que se atraviesa para acceder a una garita de madera en la que se pueden comprar las entradas (1.400 HUF-4,80 euros) que permiten el acceso a la Ciudadela (Fellegvár). Desde este punto se caminan unos 300 metros para llegar al mirador sobre el recodo del Danubio (Dunakanyar). Las vistas son grandiosas, con la gran masa de agua fluyendo de manera lenta y casi imperceptible y abrazando una manga de tierra que se eleva en el centro del río durante bastantes kilómetros (a lo largo de toda la longitud del recodo).


 


 


Mientras algunos se quedan en el mirador otros ascendemos hasta lo alto de la construcción fortificada en la que existen varios niveles y estancias que recogen un mirador a través de ventanales, una exposición de figuras de cera (para acceder a ella hay que comprar la entrada de 1.800 HUF, pero conociendo de antemano el escaso interés de la misma la obviamos) que podemos ver de paso a través de dos puertas mientras los operarios del recinto proceden a la limpieza del suelo, una sala con exposición de armas y escudos y una última sala con la caza y varios animales disecados como motivo principal. La restauración de algunas zonas contrasta con el mayor descuido en el que se han abandonado otras pero en la parte más alta se tiene una visión periférica de todo lo que rodea a la colina en la que nos encontramos.






Cuando nos volvemos a juntar todos descendemos en busca del parking por el que pasamos anteriormente y a la izquierda del edificio buscamos unas escaleras que son el inicio de un sendero señalizado (está marcado con un símbolo azul en forma de L sobre un cuadrado blanco, y posteriormente se señaliza con un símbolo en forma de cuadradado blanco en el que hay inscrita una cruz de color azul) que conduce entre árboles a la Torre de Salomón (Alsovár Salamon-torony), una construcción de planta hexagonal del siglo XIII en cuyos exteriores varios niños húngaros practican con espadas de madera bajo la atenta mirada de su instructor; seguro que es una forma de perpetuar las antiguas tradiciones de estas tierras. Es reseñable que en esta torre estuvo recluido varios años Vlad Tepes, más conocido como Drácula.



Estamos cerca del punto final del descenso y desde la Torre de Salomón parte la Salamontorony utca; siguiendo su trazado empedrado a unos centenares de metros parten de su lado derecho unas escaleras que van a morir a la carretera 11 justo dónde se ubica el Renaissance Restaurant y bordeando su fachada principal dejando el río a nuestra derecha a 50 metros encontramos la parada del autobús 880 nombrada como Visegrad-Hajoallomás. Confirmamos mediante gestos a través de una señora húngara, que también espera el autobús, que el siguiente pasa en 10 minutos, a las 17.27. En ese lapso de tiempo nos da tiempo a ver la maniobra que una embarcación lleva a cabo para atracar en el pequeño embarcadero que se sitúa en la orilla del río, casi frente a la parada del autobús.





Una vez que hemos repetido el ritual de pagar en metálico al conductor al abordar el bus (465 HUF) el trayecto hasta nuestra próxima parada, Szentendre, lo completamos en 45 minutos. Nos bajamos en la parada denominada Szentendre-Bukkós patak, que según Google Maps es la más cercana al centro histórico de la localidad. Después de la comida y tras la exigente caminata en continua subida hasta la ciudadela tenemos sed y el autobús nos ha dejado justo en la fachada de un bar llamado Boszorkány Hexe Presszo. En una pequeña terraza varios húngaros juegan a las cartas mientras nosotros nos acomodamos en el interior del solitario local atendido por una señora entrada en años. Aquí no hay tirador, así el que quiere tomar cerveza toma directamente de una cámara frigorífica las botellas de 1/2 litro de la marca Arany Ászok (marca propiedad de la más conocida y extendida marca de cervezas húngara Dreher) con un coste por unidad de 350 HUF-1,20 euros. Estábamos secos y nuestros cuerpos agradecen esta parada de rehidratación.


Szentendre es un pueblo que con el paso del tiempo se ha convertido en un lugar poblado de galerías de arte y que ofrece como monumentos interesantes para los visitantes varias iglesias de diferentes estéticas, algunas de ellas herencia del pasado asentamiento serbio en estos lares. Pero lo más llamativo del pueblo es sin duda pasear por sus callecitas empedradas con edificios pintados en tonos pastel y perderse por la tranquilidad de sus rincones, mucho más ahora en temporada baja para el turismo. Paseamos por el pueblo sin un rumbo predeterminado pudiendo observar a nuestro paso la Iglesia Calvinista (Opovačka), el edificio del ayuntamiento, la Iglesia Católica de Pedro y Pablo (Ciprovačka) y la Iglesia Luterana al lado de un cauce de agua sobre el que pasa un puente de madera donde aprovechamos para detenernos. Desde aquí se divisa la oficina de información turística (Tourinform. Dumtsa Jenő utca, 22. L-V: 9.00-16.30. S-D: 10.00-14.00. szentendre@tourinform.hu) pero ya está cerrada a estas horas. Paseamos por la peatonal Dumtsa Jenő utca hasta llegar a Fő tér, la plaza central de la localidad, y que acoge en uno de sus laterales a la Iglesia ortodoxa Blagovestenska. En el centro de la plaza se eleva un monumento en forma de cruz ortodoxa construida por los serbios en conmemoración de la epidemia de peste de 1763, conocida como la Cruz del Mercader.







Se nota la temporada baja y la mayor parte de los comercios comienzan a echar el cierre mientras recogen sus terrazas. Caminamos por la Bogdányi utca plagada de galerías de arte y desde aquí tomamos una callejuela a la derecha que nos lleva a la orilla del río (paseo fluvial Duna korzó). Pensamos que más nos vale buscar un sitio para cenar (son las 19.30 o correremos el riesgo de encontrar todo cerrado). Tras un corto paseo con la manga del Danubio como telón de fondo consensuamos entrar en el local llamado Corner Szerb Étterem.


El local destila un ambiente rancio y añejo con multitud de billetes de HUF colgando de todas sus paredes. El camarero es un simpático señor de avanzada edad que toma nota de la comanda de manera ágil y paciente ante nuestras dudas a la hora de elegir. Aquí probamos algunas de las especialidades de la gastronomía húngara y que todavía no habían formado parte de la dieta de nuestro viaje. Damos buena cuenta de un caldero de halászlé (sopa de pescado procedente del Danubio condimentada con paprika que le otorga un característico color rojo). Es servida en un cubo metálico con asa del que se obtienen abundantes raciones. También probamos el goulash de ternera, un guiso de carne cocida a fuego muy lento originaria de la cocina magiar.



La cuenta incluye un 12% en concepto de servicio lo que nos ahorra la disyuntiva de cuánta propina dejar y en total pagamos 25.480 HUF lo que al cambio arroja la cantidad de unos 8,5 euros por persona. Mañana toca madrugar mucho y los que se alojan en Semmelweis utca van cortos de leche para el desayuno así que le decimos al camarero si nos podría vender un tetrabrick. Consulta con su jefe y dueño del restaurante (un enorme tipo barbudo que lleva sentado en una mesa con otros colegas desde nuestra llegada) y le da su consentimiento. No nos quiere cobrar la leche, pero le dejamos 300 HUF sobre la mesa en concepto de pago por el cartón antes de marcharnos.


Faltan 5 minutos para las 9 de la noche y las calles aparecen casi desérticas a nuestro paso mientras enfilamos camino de la estación de tren que se sitúa al sur de la localidad. Volvemos a atravesar Dumtsa Jenő utca y el puente sobre el pequeño riachuelo para después toparnos con la fachada de la Iglesia Ortodoxa Pozarevačka. Los andenes de la estación de ferrocarril están desiertos a esas horas y buscamos el puesto de venta de los billetes; está vacío. Cuando el operario regresa a su puesto nos dice de forma seca y cortante que los billetes se compran en el propio tren. Comprobando el horario obtenido de la web oficial de transportes de Budapest vemos que el próximo tren parte a las 21.33.



Cuando el tren de cercanías HEV de la línea H5 llega a la estación nos subimos y hemos de esperar un rato hasta que el operario que antes nos encomendó a comprar los billetes en el tren se monte, de la orden de salida y nos venda los billetes. Le digo que el destino es Batthyány tér, y expide dos billetes por persona; uno de cercanías que permite alcanzar el límite administrativo de Budapest (310 HUF) y otro billete sencillo (350 HUF) que nos valdrá para llegar hasta la estación solicitada.




En 40 minutos estamos en Batthyány tér, que es un intercambiador subterráneo de transportes que permite tomar la línea M2 del metro (línea roja) sin salir a la superficie. Los que nos alojamos en Nádor utca (Óscar, Fátima, Mary y servidor) saldremos a la calle para observar el edificio del Parlamento iluminado en la orilla contraria y pasearemos cruzando el Danubio a través del Puente de las Cadenas para llegar a nuestro apartamento.


Los de Semmelweis utca (Javier, Rubén, May, Marta, Sandra y Alberto) se van para casa en transporte público. Tenemos dudas de si el billete sencillo para transporte en Budapest que hemos comprado al revisor en el tren de cercanías es válido también para coger el metro desde aquí a Deák Ferenc Ter. Nos dirigimos a 4 personas uniformadas que hay en los tornos y les enseñamos el billete preguntando si es válido o si por el contrario hace falta comprar uno nuevo. Sin mediar palabra lo miran, ellos mismos nos lo pican en la máquina y nos dicen que pasemos. Parece que son válidos así que nos despedimos de nuestros amigos hasta el día siguiente.

Al salir a la superficie lo primero que se ve es la fachada iluminada de la Iglesia de Santa Ana (Szent Anna Templom) y girando la vista hacia la izquierda el Danubio y el majestuoso perfil del Parlamento bajo la luz de los focos. A la derecha y sobre Buda se vislumbran bajo iluminación artificial el Bastión de los Pescadores, la iglesia de San Matías y el Palacio Real; a cada cual más impresionante. Con un aire fresco y molesto apretamos el paso mientras recorremos el camino para peatones y bicicletas de esta orilla del Danubio dejando atrás la Iglesia Calvinista (Budai Református Egyházközség) situada en Szilágyi Dezső tér, con una fachada también muy llamativa.




Los dos leones del estribo de Buda parecen mirar a todo aquel que penetra en el Puente de las Cadenas (Széchenyi lánchíd); éste muestra todo su esplendor con la negrura del cielo sobre él y los puntos de luz enfocados sobre su estructura de metal y hormigón. Cuando llegamos al estribo de Pest suena mi móvil, me llama Alberto. No se lo cojo, total en 2 minutos tendremos acceso a la WIFI del apartamento y podremos comunicarnos. Al pasar por la zona ajardinada reparamos en la fachada espléndidamente iluminada del Palacio Gresham (Gresham-palot). Cuando llegamos Mary tiene un correo electrónico de Kata (la dueña del apartamento de Semmelweis utca) diciéndonos que a través de unos vecinos ha recibido notificación de que el router se ha colgado y precisa de un reset.

Vuelve a sonar el teléfono, otra vez Alberto. Pienso que me llama porque no tienen acceso a la WIFI en Semmelweis y hablo con él, pero me pasa a Javier. Me dice que están retenidos en la estación de Deák Ferenc Ter por revisores del Metro, al parecer ¡¡¡¡los billetes que nos picó el personal uniformado en Batthyány tér no son válidos!!!. Me transmite que les requieren una multa de 8.000 HUF a cada uno (unos 25 euros) para dejarlos ir. Se han plantado intentando explicar la situación ante los revisores y les han dicho que sólo pagarán la multa en presencia de la policía.

Óscar y yo salimos de Nádor utca hacia la estación para auxiliar a nuestros compañeros y ver en qué queda la cosa. Cuando llegamos se puede ver un coche de policía estacionado en la boca de metro y cuando nos disponemos a bajar por las escaleras recibo una llamada de Sandra. Les han soltado sin pagar la multa; al minuto nos reunimos en persona en la calle y nos cuentan la peripecia. Al parecer 4 mujeres portando uniforme y brazalete de revisor han tratado de amedrentarlos y coaccionarlos con malos modos y voces para que pagaran la multa. Incluso han recriminado a algún húngaro con manejo del inglés que les ha tratado de ayudar mediando entre ambas partes y confesando a nuestros amigos que la imagen de la ciudad, con cosas como esta, no son buenas para el turismo.

Al final ha sido un pulso de fuerza; las revisoras exigiendo el pago de la multa y nuestros compañeros esperando y solicitando la llegada de la policía que finalmente no ha aparecido (seguramente ni siquiera la hayan avisado las revisoras, y hayan simulado hacerlo). Cuanto menos es sospechoso que dos estaciones antes varias personas uniformadas te piquen el billete, te digan que es válido y te inviten a pasar al metro y a continuación te estén esperando para solicitarte esos mismos billetes 5 minutos después. Tal vez ha sido coincidencia, no lo sé, pero si tan clara hubiese estado la cosa en nuestra contra no me cabe duda de que las revisoras habrían esperado la llegada de la policía y se habrían cobrado la multa. En fin, hay que tener mil ojos en todo momento. Lo que está claro es que la actitud firme y enérgica de no pagar hasta que no se personase la policía ha sido una decisión acertada de mis compañeros y al final ha dado sus frutos. Posiblemente deberíamos haber sacado un billete sencillo extra para el uso del transporte público una vez llegados a Batthyány tér, y no habríamos tenido problema en hacerlo y pagar su importe. Lo realmente triste es que al turista que quiere cumplir, pagar y viajar "legalmente" se le pongan tantas trabas para el uso del transporte público; es algo sobre lo que deberían recapacitar las autoridades competentes. Nos despedimos hasta el día siguiente; hemos quedado a las 05.55 en el punto en el que nos despedimos y ahora mismo el reloj marca las 23.30 de la noche.



4 comentarios:

  1. Excelente información y comentario. Qué gusto viajar de vuestra mano. Saludo.

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  2. Gracias por seguir nuestro viaje por Hungría, espero que te sea de ayuda!!!!

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  3. Me sirve de mucha ayuda, no descarto volver y aprender de vuestra experiencia, muy acertado comentario sobre la estación de Esztergom, no ha cambiado en absoluto, estuve ahí hace 5 días.
    Por cierto, una pregunta, no llegué a subir a la cúpula de la Basílica de Esztergom. Hasta dónde se llega? Hasta la base de la columnata o por encima de ella?
    Formáis un grupo muy majo. Saludos y gracias.

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  4. En la basílica el ascenso te lleva por encima de la columnata. El último tramo del mismo atraviesa el impresionante entramado de madera de la cúpula antes de permitirte el acceso al exterior. Las vistas son de vértigo. Gracias por el comentario de nuestro grupo!!! Si te gustan los relatos, busca otros viajes, tengo algunos más editados. Saludos. Miguel

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